CATALINA IVANOFF, en el año 1968, cuando escribió, “UN ROMANCE EN SAN RAMON DE PANGOA”. Dedicó una carta a sus lectores, la misma que no ha perdido vigencia, y que lo transcribimos:
Amigo Lector:
Posiblemente al terminar la lectura de éste libro se quede Ud. con el sabor agridulce de no saber si el escrito es realidad o fantasía. Yo puedo afirmarle que es una realidad amarga.
Y la escribo como una novela porque considero que la mejor forma de llegar al corazón del pueblo y de sus gobernantes es con el hablar dulce y sereno de una historia de amor, que bien puede ser fantasía, pero verídicas son las exposiciones de los hechos y cosas de la Selva.
En mi afán constante de escribir he descubierto un mundo desconocido: ¡La Selva!
La selva es un paraíso exuberante, fabuloso rico en donde viven hombres que nosotros los asimilados a la cultura occidentillos llamamos salvajes. Son nativos que habitan desde época inmemorariales formando cientos de tribus. Son auténticos incas que huyendo de los conquistadores se “! Se internaron en el monte” y aún conservan sus costumbres, leyes, idioma y religión.
Son hombres fuertes y expertos que han sobrevivido desnudos o semidesnudos, sin más armas que una flecha y la agilidad del atleta, en lugares donde hay toda clase de peligros naturales, plantas ponzoñosas, bichos, reptiles y animales salvajes. Ellos san dueños de esas tierras, por el principio del Derecho que les reconoce la heredad en siglos de generaciones. Están comprendidos dentro de nuestra nacionalidad, quizás como objetos y no como personas, pese a que existen leyes especiales que los protegen (Artículos 208.209 C.N de Comunidades Indígenas). ¿Quién hace valer esos derechos? ¿Quien les escucha? ¿Quién les hace justicia? La respuesta es obvia; en cambio un colono presenta su denuncia y se arma luego el tumulto y empiezan las noticias alarmantes: “Silvícolas atacan en varios caseríos”, “Indios con armas de fuego hacen huir en loreto a Petroleros”. (Como ejemplo se reproduce al puede de ésta carta arias informaciones periodísticas). Sin embargo nadie observa que ellos solo amedrentan, asustan, entonces ¿Quién se ha preguntado qué es lo que en verdad quieren? ¿Qué sucede? ¿Qué lo sabe? ¿Quién lo puede explicar? Quizá nadie, pero yo les puedo afirmar que los nativos de la selva solamente está reclamando lo que es suyo y buscando justicia; son gente explotada que vive olvidada “con míseras pagas en condiciones infrahumanas” y están ya hartos del abuso y la indolencias de quienes tienen la obligación de velar por ellos.
Los selvícolas en general no son pues salvajes, como nosotros vulgarmente creemos. Son gente inteligente, honrada y buena. No son animales con figura de hombre y pues, válgame la oportunidad para mencionar la noticia que precisamente en momentos que estuve terminando de escribir éste libro difundieron los informativos de todo el mundo, dando cuenta que en Colombia habían absuelto como inocentes a un grupo de conos que asesinaron a 16 indios en la ejión de los Llanos Orientales. Y éstos hechos amigos lectores, sumados a los de años anteriores como el exterminio que hizo Brasil, en México en los Estados Unidos, etc., sin contar los miles y millones de casos que se ignoran, evidencias mis escritos y justifican la razón de ser de mi vida; trabajar por el bien y la justicia.
Los nativos peruanos exigen que respeten sus derechos, sus tierras, su ganado. Quieren que los demás peruanos y colonos respeten sus costumbres y su religión; quieren sus propias escuelas con profesores nativos y universidades; quieren herramientas, motores, medicinas. Quieren Ciencia y Técnica para explotar mejor la tierra; ¡Ciencia y Técnica para reducir el índice de mortalidad de los nativos, para aumentar su ganadería y explotar la riqueza del suelo. Ellos son dueños de sus tierras y saben la riqueza que ella posee; saben que se ha descubierto petróleo en Trompeteros, Chaperona, Pava yacu y que están haciendo grandes trabajos de exploración y ultimando estudios para la construcción del oleoducto; saben todo y por eso pan al Gobierno Central que los ayuden que los tomen en cuenta y reconozcan sus derechos, pero ¿ quién les entiende? ¿ Quien los escucha? ¿ quién les hace caso?.
Por eso alzo mi voz y mi pluma para llegar al corazón y a la conciencia de nuestro pueblo y de nuestros gobernantes, para abogar por ese les haga justicia, que se les respete y que se les dé el lugar que les corresponde, como legítimos herederos, de un virreinato que ya pasó, sino del Imperio de los Incas que son con el Sol de su Dios nos alumbra hasta hoy…
A través de las páginas de éste libro, los nativos peruanos han hablado, han expresado sus ideales, lo que quieren, lo que necesitan y lo que exigen. Quieren y piden tener un autentico representante nativo en el Gobierno Central para que coordine la forma del Gobierno de la Selva y piden que también se les tome en cuenta a para hacer la Ley Selva (El anunciado Estatuto de Comunidades Nativas)
En la novela he nombrado a muchas Instituciones y personas. ¡Honor a quienes lo merecen y a los demás pido disculpas! Pues la verdad es la verdad.
Como Escritora y como peruana, para poner un granito de arena en ésta nueva y gran Revolución me permito iniciar con ésta mi obra la gran campaña en favor del incomprendido hombre de la Selva, a favor de esos millones de mujeres y de niños inocentes que a diario mueren víctimas de enfermedades tropicales, de esas madres que no ven futuro para sus hijos porque no tienen escuelas para educarlos, de esos hombres olvidado e incomprendidos que sufren pensando que sus hijos también están condenados a la misma explotación y miseria.
Sobre ésta realidad seguiré escribiendo para que Uds. amigos lectores conozcan, comprendan, amen y ayuden a los nativos del mundo y en particular a los nativos peruanos que, allá lejos en nuestra Selva, luchan y mueren con su anhelo de vivir como hombres conscientes” libres e independientes por la justicia de su causa que Dios defiende ”.
¡Hasta mi próximo libro
Atentamente
CATALINA IVANOFF.
De éste libro que se editó en 1968, se vendieron 40,000 ejemplares, por los mismos Asháninkas.